sábado, 22 de marzo de 2008

Tio Vania:Chèjov clásico

Representar a Chéjov es hacer un clásico. Y montar Tío Vania supone poner en escena una de las obras más representadas en el mundo teatral. El Centro Dramático Nacional acoge ahora la versión dirigida por Carles Alfaro con adaptación de Rodolf Sirera y con un reparto que promete grandes dosis de intensidad.

Es ésta una oportunidad para volver a ver en el escenario del CDN a Francesc Orella y Enric Benavent después de sus magníficos papeles en Un enemigo del pueblo. A ellos se unen en el reparto la gran María Asquerino y Emma Suárez, que vuelve al teatro después de hacer Electra con Mario Gas hace dos años.

Además, tendremos oportunidad de ver a la televisiva Malena Alterio (Aquí no hay quien viva) en uno de los personajes femeninos más codiciados teatralmente: la fea y trabajadora Sonia, enamorada sin que le correspondan.

Tío Vania recoge la esencia del teatro de Chéjov. La fatalidad, el destino y el pesimismo, la apatía de la existencia y el fracaso son los temas que transitan en la obra. Bajo el manto cotidiano, se esconden pasiones y frustraciones. Los diálogos parecen fluir, banales en apariencia, pero mostrándonos cada pequeño detalle del alma de los personajes. Como señalaba el autor, "los hombres comen, duermen, fuman y dicen banalidades y sin embargo se destruyen".

En las obras de Chéjov, como en la vida, la gente no vive intensamente cada segundo. “La gente no se suicida, no se ahorca no se enamora ni dice cosas geniales a cada minuto”. De ahí que su máxima sea que “la vida en la escena debe ser lo que es en realidad, y la gente, por tanto, debe andar naturalmente y no sobre zancos”.

La rivalidad entre la vida urbana y el campo, entre campesinos e intelectuales, entre el amor pasional y el amor acomodado, entre la belleza y la fealdad se muestran en la obra con fluidez, como algo natural, tal y como sucede en la vida cotidiana.

Como señala Sirera, “nadie consigue lo que persigue en el pequeño microcosmos en el que Vania, su familia y otros compañeros de destierro lamentan incesantemente su incapacidad para actuar. O la inutilidad de sus esfuerzos. Al final, como en otras obras del autor, unos se van y otros se quedan. Pero, en el fondo –ellos no son conscientes, nosotros sí–, nadie se ha movido del único lugar en el que siempre estuvo”.

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