viernes, 18 de mayo de 2007

De dos en dos


Dos obras, dos actores en cada una, dos batallas éticas: La última noche de la peste, de Juan Diego Botto, y Madrugada de cobardes, de José Cabanach. En ambas, dos personajes contrapuestos oponen su distinta forma de ver el mundo.


La primera, en la Sala Mirador, es un duelo entre autores que deben adaptar la obra de Albert Camus Estado de Sitio (segunda versión de La Peste). Los actores, Raúl Arévalo y Manuel Solo, dan vida, respectivamente, a un autor comprometido fracasado y a un dramaturgo de éxito esteticista, de los que les gustan los finales abiertos, metafóricos. La adaptación de esta obra les llevará a plantearse su forma de entender el teatro y la vida. En medio de sus discusiones, Botto intercala pequeños sketchs que reflejan lo que significa esa "Peste" que tratan de adaptar: la dictadura, la tortura, la humillación, la venganza, la degradación del ser humano, en suma. Pero me temo que el enlace entre ambas partes es escaso. No, seamos claros, es nulo. No se entiende por qué se pasa de un momento a otro ni qué sentido tienen en la obra. Los actores están bien pero sus caracteres son demasiado tópicos, demasiado típicos, sin llegar a revelar una verdad profunda, sin convertirse en arquetipos. Un amigo con el que iba comentó que parecía un ejercicio de fin de curso de los actores y creo que es la definición más correcta de la obra.


La segunda, en el Teatro Fígaro, es Madrugada de cobardes. Juan Carlos Naya es un ladrón que penetra en la cámara acorazada de un banco, repleta de cajas de seguridad con muchos secretos. Ángel Solo es el segurata que le pilla in fraganti. Entre los dos se inicia un duelo de poder, de control, un juego psicológico con muchos giros y muchos altibajos. Pese a que el texto está muy trabajado y es destacable, no así la dirección de escena, también debida a Cabanach. Se echa en falta una mayor contención y dirección de los actores. Supongo que Cabanach no se atrevió a lidiar con Juan Carlos Naya, que se deja llevar por un tono demasiado marcado y condescendiente y una gesticulación innecesaria. Ángel Solo no acaba de cuajar su personaje. Una pena porque da mucho juego y comienza con mucha fuerza. Algunos excesos del final (por qué subirse a la mesa???) despistan bastante. Pese a todo, la química entre ellos está lograda.

En la obra, estos dos liantes se juegan la vida mintiéndose el uno al otro. La moral de la sociedad, los secretos, el poder, los intereses... aparecen en el escenario para hacer que nos preguntemos sobre el mundo en el que vivimos, lo que toleramos, de lo que somos cómplices. Verdades y mentiras se suceden manteniendo la atención durante hora y media, con momentos destacables, sobe todo el final, que da que pensar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

He visto "Madrugada de Cobardes" y a mí me ha parecido genial. La calidad interpretativa es cuestión de gustos, creo, pero lo importante es que es una obra viva, que te llega, que te absorve y, sobre todo, que te involucra. Un repaso que no puede ser más actual al mundo en que vivimos. Chapó por el Fígaro y por el equipo de "Madrugada de Cobardes".

SP.

dana&fox dijo...

Estoy de acuerdo contigo en que es una obra viva, que sorprende continuamente y que habla del mundo que nos rodea. Y visto lo visto últimamente, de lo más recomendable de la cartelera teatral