viernes, 27 de abril de 2007

El gran Mel Brooks y su magnífico Los Productores...


...han dicho adiós después de seis años en Broadway. También aquí, en Madrid, donde se representa protagonizada por Santiago Segura y José Mota, el mes de mayo verá el final de las representaciones.

Mel Brooks total, Mel Brooks a lo grande…el mejor Mel Brooks, el de las bromas sutiles, el que se ríe del mundo que mejor conoce -el del espectáculo- es el que nos ofrece Los Productores. Un espectáculo muy Broadway en pleno corazón de Madrid para no parar de disfrutar.

“Hazlo gay! Hazlo gay! Hazlo gay!”… La famosa canción Keep it gay!, en su versión en castellano, no te abandona al salir del teatro Coliseum. Ni tampoco la sonrisa que se instala desde el principio (con ese cartel de la versión de Hamlet made in Max Bialystok: “Menudo Cachondo”) y que se convierte en carcajada en grandes momentos del show.

La historia es bien conocida. El peor productor de Broadway y un contable cuyo sueño es entrar en el mundo del espectáculo deciden forrarse haciendo el peor musical que ha existido, el mayor fracaso de la historia de los musicales. “Primavera para Hitler” tiene todas las papeletas para echar del teatro a todos los espectadores, con un autor nazi, unas “locas” como director y ayudante (¡magníficos Miguel del Arco como Roger de Bris y Ángel Ruíz como Carmen!), una esvástica gigante al mejor estilo Zigfield Follies y unas vedettes con trajes horrible (una lleva una salchicha gigante en la cabeza!).

Las peripecias de Max Bialystock y Leo Bloom para arruinarse son hilarantes y, sobre todo, son Broadway. Este musical no tiene nada que envidiar a los montajes de Nueva York o Londres. Los decorados son espectaculares y yo, en el momento en que vi a José Mota bailando claqué como en un musical de Gene Kelly, me dejé llevar y me abandonaron todas las reservas. Mota está genial en su personaje. Sobre Santiago Segura diré que está muy bien, aunque algún deje muy suyo se le escapa y sobre Ulla hay que señalar que Dulcinea

Juárez tiene una voz prodigiosa (como ya demostraba en El Mikado, otro gran musical) y está perfecta como sueca explosiva.


Al día siguiente me pasé todo el día con las canciones en la cabeza y viendo en youtube las sesiones de grabación del musical original con un gran, gran Gary Beach en el papel del director del "engendro", Roger de Bris.

Al salir, no pude dejar de preguntarme por qué el teatro estaba medio vacío y por qué este magnífico musical se cae de la cartelera teatral cuando la gente llena “Hoy no me puedo levantar” o “Mamma Mía!”. Una de las causas, probablemente, es que la gente va a los musicales a oír las canciones que se sabe, que forman parte de su memoria cultural… En Inglaterra o EEUU las canciones de Los Productores forman parte de la tradición musical viva. Aquí no. Y es una lástima porque el “Hazlo gay!” merece ser cantada, recordada y comentada!

En fin. Supongo que el año que viene veremos llenos los teatros con el musical que se prepara del Dúo Dinámico o de Dirty Dancing. Pero ya veremos con Jesucristo Superstar (aunque con las fervientes masas católicas que hay por aquí, igual hasta tiene éxito). Imagino que lo que va a ser difícil es ver por estos lares el próximo musical de Mel Brooks que se estrenará en Broadway el año que viene: El jovencito Frankenstein. ¡Qué lástima! porque no creo que los productores quieran ya traer grandes musicales de calidad aquí! Son una ruina. Mejor aprender la lección de Bialystock y Bloom: trae un mal musical que te forrarás!

miércoles, 25 de abril de 2007

G-5: Hay que ir a la freiduría


G-5 es la nueva banda que han formado Kiko Veneno, Muchachito, Tomasito y dos Delinqüentes: Marcos del Ojo Barroso (Canijo) y Diego Pozo Torregrosa (Ratón). Les gusta llamarlo “grupo fantasma”. Su nuevo disco se llama "Tucaratupapi" y su single es "El vino", una canción fresca y muy divertida. El estribillo dice:


"Hay que ir a la freiduría
Lo demás son tonterías
Se mojó el papel
Y no se puede leer
Llena la copa otra vez"

Si os metéis en la página podéis
escucharlo . Hala! Feliz primavera

lunes, 23 de abril de 2007

Harold Pinter nos propone hablar de Traición


¿Qué queda de una relación adúltera de siete años dos años después de terminar? Eso lo sabemos en la primera escena de Traición, la obra que el Nobel Harold Pinter dedicó a hablar de un amor adúltero del que nadie sale indemne.

Con una original estructura que hace que vayamos asistiendo al desarrollo de la historia hacia atrás, es decir, empezando por el final y pasando por nueve escenas que nos conducen al principio de la relación, recorremos casi una década de amor y traición (desde 1977 a 1968) entre Emma y Jerry, una pareja de amantes en medio de los que se encuentra Robert, marido de Emma y amigo íntimo de Jerry, y también Judith, la esposa de Jerry (un personaje que nunca vemos en escena).


Hace dos años que Emma y Jerry rompieron su romance. Su pasión ha muerto y los silencios recorren la primera escena. Los silencios de las obras de Pinter son legendarios y el montaje de Guindalera Escena Abierta, en Madrid, los utiliza eficazmente para mostrarnos la degradación de las relaciones. A medida que avanzamos atrás en el tiempo, los silencios son menores, los personajes tenían más que decirse y más que compartir. Poco a poco y hacia atrás, vamos descubriendo cómo se llega a esa situación, qué traiciones ha generado y puesto al descubierto esa relación: la traición al amigo y marido, la traición a la verdad, a los ideales de juventud, a las promesas de amor, a la honestidad…

Basándose en parte en sus propias experiencias (Pinter vivió un romance de siete años con la periodista Joan Bakewell mientras ambos estaban casados), el escritor construye un magnífico texto, en apariencia sencillo pero que esconde una gran complejidad. Desgraciadamente, queda la sensación de que el texto de Pinter no está explotado en sus máximas posibilidades en esta ocasión. La traición de los personajes no es sólo entre ellos sino también a sí mismos, lo que se echa de menos en el montaje dirigido por Juan Pastor.

Las sutilezas son básicas en esta obra y se agradece que la química entre María Pastor (Emma) y Raúl Fernández (Jerry) permita observarlas. El papel de Alex Tormo (Robert) cae en una cierta exageración, aunque tiene momentos muy intensos mejor resueltos en las escenas con su mujer que con el amigo.

El tono frívolo e irónico de estos intelectuales (Emma dirige una galería de arte, Jerry es agente literario y Robert editor de libros) provoca situaciones de humor traspasadas por una honda tristeza. Pero esa amargura sólo podemos intuirla ya que la distancia irónica adoptada por los personajes pesa sobre los matices de dolor o pesar. En cambio, se quedan en la memoria los momentos que transmiten el amor profundo que se profesan estos seres abocados a traicionar y traicionarse llevados por el deseo y el cariño.

martes, 17 de abril de 2007

Para los fans de Las heridas del viento: el texto


Ayer volví a ver Las heridas del viento. De verdad, si estáis en Madrid, acercaos a verla a la Sala Triángulo. Es magnífica. Marcos Casanova es un actor maravilloso, el texto es increíble y la dirección muy buena. Es la segunda vez que la veo y no me canso. 12 € por ver una de las mejores obras de teatro de la temporada, es un buen trato.

A la salida pude hablar con Juan Carlos Rubio, el autor, para felicitarle. Le pregunté por el texto y me dijo que estaba colgado en internet. Ahí lo tenéis, para disfrutarlo. Sé que hay mucha gente a la que le encantará leerlo y recordar la obra.
Si no la habéis visto, ¡¡¡corred!!!, que sólo estarán hasta el día 25.


viernes, 13 de abril de 2007

¿Pasando miedo? La mujer de negro


(Hoy estoy que lo tiro. Tercer post del día. Se ve que tengo mono de escribir!)

¡Qué difícil es hacer pasar miedo en el teatro! Ésta es la sensación que me queda tras ver La mujer de negro, con un grandísimo Emilio Gutiérrez Caba, eso sí.

A ver. Yo no pasé miedo. De hecho me reí bastante con los efectos hechos para que la gente se asustara (que se asustó y, además y por desgracia, gritó). El amigo con el que fui, que no sabía nada de la obra, sí quedó sorprendido y algún susto se llevó.

Dicho esto, si tienes intención de ir a ver la obra, no sigas leyendo. ¡PELIGRO! ZONA DE SPOILERS.

La obra está ambientada a principios de siglo en Inglaterra. Un hombre (Emilio Gutiérrez Caba) decide tratar de eliminar la maldición con la que vive haciéndola pública ante su familia y amigos. Para ello, contrata a un actor (Jorge de Juan) para que le ayude a escenificarlo. Hasta aquí, bien. El problema es que la obra es demasiado narrativa. Jorge de Juan habla demasiado. Creo que algunos silencios y menos apariciones fantasmagóricas podrían haberse sustituido por algo más de terror psicológico. Lo que da más miedo es lo que nos imaginamos, lo que no vemos. Y, además, creo que esta obra hubiera ganado bastante con menos palabras y más sensaciones y gestos.

Gestos de terror fantásticos los que muestran los múltiples personajes que interpreta Emilio Gutiérrez Caba. Sus tonos de voz, sus movimientos, su presencia en el escenario según el rol que encarna en cada momento hacen que estés deseando que salga a escena. Se le echa de menos cuando no está. De hecho, sus personajes son los que transmiten el miedo que tiene la gente que vive alrededor de la casa maldita. Sostiene la obra sobre su magnífica actuación, que se lastra un poco por algunos excesos, sobre todo verbales, de Jorge de Juan.

Con una escenografía excesivamente clásica en algunas ocasiones, sobre todo al final, pero muy adecuada para ambientar, al principio, un viejo teatro, la obra es un entretenimiento ligero, sin muchas pretensiones. Pero, bueno, algo tendrá, ya que se lleva representando “17 años lleva en el West End londinense, 9 años en México y más de cinco millones de espectadores la han visto en todo el mundo”, según el dossier de prensa.

Aviso a los que tengan intención de ir a ver la obra. El teatro Infanta Isabel de Madrid es un teatro viejo e incómodo (bien elegido para ambientar la obra, la verdad), pero en la parte de arriba se ve muy mal. Las butacas están pidiendo a gritos una nivelación más adecuada. Y, por cierto, se escuchan ruidos de fuera (ambulancias, pitidos)… y en la función que yo fui, también de dentro: móviles que suenan, gente que habla… Lo peor de la humanidad, es la humanidad. Pero esto merece otro post…

Bieito (y III): Una anécdota y una impresión

La anécdota
Creo que es muy explicativa de la forma de trabajar de Bieito su anécdota sobre su monaje de Il Trovatore, de Verdi, estrenada en Alemania.
El director cuenta que rechazó dos veces la obra porque no la entendía. Se trata de una obra sobre el odio familiar, complicada, escabrosa… Bieito, por ejemplo, no entendía quién mata al niño porque no aparece muy claro… Pero, cuando se la ofrecieron por tercera vez, pensó que era por algo y aceptó.
Se documentó intensamente, leyó mucho la biografía de Verdi y descubrió que compuso esta obra después de morir su madre. Era tal su dolor, que aullaba en el patio de la casa que compartía con su amante. Y canalizó ese dolor con esta obra. “Yo hice una obra durísima, muy oscura”, reconoció.

Al ser estrenada, una mujer vino llorando a decirme que había destrozado a Verdi, que había aniquilado todo lo sentimental que hay en Verdi. “Le dije que leyera la biografía de Verdi”. Tiempo después le llegó una carta, que luego supo que era esta mujer, en la que le decía que había leído la biografía de Verdi y que entendía su adaptación, pero que aún así, ella había sufrido tanto en la guerra y después, que prefería que la engañaran y que Verdi siguiera siendo para ella el compositor del amor y de obras sentimentales.

Dolido
Aunque dijo sentirse “muy a gusto” en la charla e hizo bromas sobre los pitidos que se escucharon en el Teatro Real con su ópera Wozzeck, se mostró dolido al recordar que le gritaron “vete a tu pueblo” también en ese espacio con esta ópera. En ese momento, cambió el tono relajado por un tono serio y señaló que él acepta que sus obras puedan gustar o no pero que no se puede despreciar su trabajo, respaldado por una sólida formación y una experiencia demostrada, con ese tipo de comentarios. Ante esto, indicó que “no es nacionalista” y afirmó que se siente “nacido en Burgos, de raíces célticas y en mi casa hablamos catalán”.En un tono ya más relajado consideró que “el teatro y la ópera son muy humanos, y a los humanos nos cuesta aceptar los cambios”. Y, finalmente, contó una anécdota sobre su montaje de La verbena de la Paloma. Explicó que, igual que hace con todos sus proyectos, se documentó extensamente y vino a Madrid a conocer a la gente que siente y vive la verbena, las calles, la tradición… Con todo ello, montó la pieza. Sin embargo, no se ha visto en Madrid porque los programadores no se atrevieron a traerla: “nos queman el teatro”, fue la explicación.

Bieito (II): Mátrix tiene muchas cosas de La vida es sueño

¿Qué es un clásico?

“Es un regalo de la humanidad que nos hacemos los unos a los otros. Y con un regalo puedes hacer lo que quieras...”. Bieito señaló además que “un clásico es una obra antigua que tiene capacidad de conmover cuando uno la lee ahora, de explicarnos algo de nosotros mismos, con la que nos podemos identificar. Una obra antigua que tiene capacidad de estimular la imaginación”. Para el director de Plataforma, ya que “la idea que cada uno de nosotros tiene de una obra clásica es distinta”, todos los clásicos “están revisados en mayor o menor medida” puesto que “estamos reinterpretando desde los griegos”. Por eso, intenta entender la esencia de la pieza y volar con la imaginación y la libertad para entender bien cuál es la esencia de un clásico.
“Un clásico tiene la capacidad visionaria, que te habla del futuro, de lo que puede venir en el futuro”, observó.

Teatro del futuro


Al preguntarle sobre cuál cree que será el futuro del teatro, consideró que “tiene que haber más experimento”. Señaló que le gustaría que “la ópera fuera de todos, que no es cierto” y que le encantaría ver a la Fura dels Baus en el Centro Dramático Nacional.
En una reflexión sobre la situación del teatro español en el mundo, indicó que le gustaría que hubiera “un teatro de vanguardia muy fuerte, que el teatro de este país fuera referente del teatro de vanguardia pq tiene los autores para hacerlo”, ya que nuestro clásicos están a una gran altura pero no se conocen tanto como debieran cuando tienen mucho que aportar. “Mátrix tiene muchas cosas de La vida es sueño”, apostilló.

¿Qué es “vanguardia”?
Otra de las preguntas giró en torno a la “vanguardia” que consideró que se produce cuando ves algo “especial”, algo que te deja sin saber qué va a pasar, que te va a sorprender Y ese “algo”, a veces es malo y a veces es fantástico. Se mostró partidario de “menear las cosas y ver qué pasa. Como Adriá, deconstruir” y afirmó que “me gusta ver los espectáculos llenos de ideas porque tengo horror vacui”.

Sobre el arte, Bieito considera que “no cambia la vida de las sociedades, pero sí ha cambiado mi vida. Creo que puede cambiar la vida de muchas personas”. También habló de la belleza ante una pregunta de Juan Mayorga. Consideró que es un “concepto que cambia con las generaciones. Desgraciadamente, hay belleza en un edificio bombardeado: tiene un caos hermoso porque pertenece a la brutalidad del hombre.”

miércoles, 11 de abril de 2007

Al fin, Bieito (I)


Fatal.Hace más de una semana que quiero escribir este post y sé que algunos lo están esperando. Por fin, ahí va, en varias entregas. Y es que no todos los días se tiene la suerte de escuchar a uno de los grandes directores de teatro y ópera del momento dar una charla sobre su trabajo.


Calixto Bieito es uno de los grandes directores actuales. Es reclamado tanto que afirma que pasa 10 meses al año trabajando fuera de Barcelona, donde vive. Tan conocido es, que un colega, hablando de la ópera El holandés errante dirigida por Alex Rigola y estrenada en el Liceu de Barcelona en estos días, comentaba sobre una escena que está hecha “a lo Bieito” y ha dejado escrito que es una escena “bieitiana”. El próximo proyecto suyo que veremos será en el Festival de Teatro de Mérida donde montará la obra de teatro más antigua que se conserva: Los persas, de Esquilo.

Pese a que se le considera un provocador (son legendarias las divisiones que despierta en el público, con pitidos, abucheos, salidas del teatro por un lado y bravos, entusiasmo, gente en pie, por otro), él lo niega y afirma que “irritar o estimular a alguien para que se enoje, no es mi intención. Para mí "provocar" es generar una emoción, una sensación, como lo que me pasa a mí cuando veo un cuadro de Munch u oigo a un pianista y me hace llorar. Quiero provocar una emoción y una reflexión”. Como ejemplo, su obra de teatro, Plataforma, en la que durante toda la obra se ve porno pero, como señala el director, “a los tres minutos el público se ha olvidado del porno” porque te has metido en la obra, en lo que dicen y sienten los personajes.

“Tengo la furia más contenida. Me hago otras preguntas”, señaló Bieito, en una sala abarrotada, con la primera fila reservada para el consejero de cultura de la Comunidad de Madrid y sus acólitos, mientras “la plebe”, o sea, el pueblo, nos sentábamos en el suelo –vi como una de prensa de la Consejería hacía levantarse a un chico de un asiento reservado para que se sentara un encorbatado vete-a-saber-qué-cargo-a-dedo-o-familiar-de se sentara-. Juan Mayorga presentó al personaje: “Bieito bien podría ser ese chico malo de la clase que esconde una revista porno en el pupitre, pero que, dentro de la revista, esconde un libro”. A lo que Bieito matiza que “hay que procurar que ese libro, además, sea bueno”.

Para Mayorga, Bieito es un “conservador” porque conserva en las obras lo que del pasado merece conservarse, penetrándolo de actualidad y ganando autores para nuestro tiempo. Así pues, cree que Bieito es un “conservador enmascarado” o un “conservador heterodoxo”.

Bieito comenzó contando un poco de su trayectoria, empezando por el principio, su nacimiento en Miranda de Ebro (Burgos) y su educación con los jesuitas en Barcelona, donde, aseguró, empezó su vocación artística, concretamente en el coro y haciendo funciones en un teatro “más grande que el que yo dirijo ahora (el Teatre Romea de Barcelona”.

Afirmando que “uno tiene que ir muy lejos para volver”, recordó su trayectoria en Milán, Estocolmo y París. En Estocolmo, asistió a clases con Ingmarg Bergman, ya “muy viejito, que hablaba muy bajito, no se le oía nada, pero veías que le hacía mucha ilusión. Aprendí ilusión, que te tiene que hacer mucha ilusión este trabajo.”


En París, coincidió con Sam Mendes estudiando con Peter Brook y Grotowsky, “que tenían la idea de que el teatro es un templo", idea que no comparte ya que cree "que no hay que ir al teatro con fé, sino que hay que ir al teatro a ver qué recibes.”

Aunque durante diez años dirigió obras sin parar y aprendió el mecanismo de una obra clásica, confiesa que no se sintió directora hasta que montó La casa de Bernarda Alba en Milán.

Añadió que no se siente “para nada un creador. Me siento director de ópera y de teatro. No soy un crítico. Tengo una idea y la quiero compartir. Me pone de los nervios la palabra creado”, me recuerda a los jesuitas.”

Sobre su proceso de creación, señaló que establece un diálogo muy general pero al tiempo muy personal con las obras: “pienso primero qué les puede decir esta obra a las personas que quiero y luego al espectador”, aunque observó que sólo piensa en el público “10 minutos antes del estreno” y que “quiero convencer a los espectadores para que les guste lo que me gusta a mí, para que quieran lo que quiero yo”.

Explicó que comparte libertad con su equipo, especialmente con los actores y cantantes, que intenta “compartir mi libertad con la libertad de los otros”, y considera que “como en las buenas relaciones de amor, nunca digo que no, siempre digo que sí. Si sabes lo que quieres, no hace falta decir que no, basta con que digas lo que quieres. Si no lo sabes, es mejor callarse, pero nunca decir que no.” Destacó que el trabajo de un director se basa en el ritmo y en generar un clima de trabajo en el que primen la libertad y la ilusión, pero también la disciplina. En teatro, indicó, “el ensayo es sagrado”.

Para Bieito, “el director tiene la obligación de saber qué mundo está explicando: si es gris, si es rojo, si es rosa...” y advirtió que el mayor peligro es el miedo, “miedo a hacer el ridículo”. Es el no tener miedo lo que da “mucha fuerza”.

martes, 10 de abril de 2007

Obra recomendada: Las heridas del viento




Vi esta obra el año pasado cuando estuvo una escasísima semana en la Sala Triángulo de Madrid. Me quedé muy impresionada. El texto de Juan Carlos Rubio es muy bueno: habla de sentimientos, del paso del tiempo, de los recuerdos, del mundo que creamos, de la familia, de lo que es y lo que parece ser... Toca muchos temas de una manera sencilla pero directa, con unos diálogos brillantes, ágiles, rápidos, llenos de juego.



A que la obra tenga esta enorme calidad ayudan, por supuesto, dos grandes actores: Marcos Casanova y Humberto Rossendfeld que conocen muy bien a sus personajes (un hijo que acaba de descubrir unas cartas de amor de otro hombre entre las cosas de su padre muerto y el supuesto amante de éste último) que se encuentran por casualidad gracias al amor. La sencilla escenografía y la destacada dirección de Juan Manuel Cifuentes hacen que una salga del teatro deseando volver a verla para que no se escape ninguna de las magistrales frases que se oyen durante la hora y 20 minutos de duración.

El argumento es sencillo: la muerte de su padre obliga a David a hacerse cargo de su cosas. Entre sus pertenencias encuentra algo inesperado: cartas de amor de otro hombre. Desconcertado por el descubrimiento, decide visitar al supuesto amante de su progenitor y descubrir quién era su padre en realidad.



Estrenada con gran éxito de crítica y público en el Teatro 8 de Miami en enero de 2005, pasó a Nueva York, en marzo de ese mismo año (78 street Lab, en el llamdo Off Broadway) invitada por el Retablo Hispanic Theater. La Asociación de críticos del espectáculo de Nueva York (ACE) la nominó para cinco premios (Mejor actor visitante: Marcos Casanova, Mejor actor visitante: Humberto Rossenfeld, Mejor director invitado: Juan Manuel Sánchez Cifuentes, mejor escenografía: Juan Manuel Sánchez Cifuentes, mejor producción de drama) consiguiendo Marcos Casanova el galardón como mejor Actor visitante.


Las heridas del viento es la tercera obra del actor y autor cordobés Juan Carlos Rubio. Aunque empezó escribiendo guiones de series de televisión (le "debemos" algunos capítulos de Farmacia de guardia, Al salir de clase o Pepa y Pepe) al tiempo que participa en ellas como actor, es por sus obras de teatro por lo que más se le conoce en los últimos tiempos. Su primera obra se estrenó en 1997 -Esta noche no estoy para nadie. Por cierto, si alguien sabe de qué va, que nos lo cuente, no he conseguido encontrar el argumento en ningún sitio- y, desde entonces, no ha parado. Le siguieron Las heridas del viento, Tres, El bosque es mío, 10...


Dos obras de este autor coinciden así en la cartelera madrileña: Humo, en el Teatro Maravillas, y Las heridas del viento, en la Sala Triángulo. Sin dejar de valorar la primera (con una gran Kiti Mánver y un siempre eficaz Juan Luis Galiardo), la segunda se hace imprescindible para los amantes del buen teatro, que tendrán que apresurarse porque sólo estará nueve días en cartelera (lunes, martes y miércoles hasta el 25 de abril). Una lástima porque obras como ésta merecen ser escuchadas, vistas y atendidas más de una vez.

miércoles, 4 de abril de 2007

¿Días de gloria?


Creo que los franceses son los que mejor hacen películas de guerra antibélicas. Una sale del cine habiendo olido las trincheras, habiendo sufrido, sabiendo qué es pasar frío y tener las botas agujereadas y cómo se reniega de la esencia humana cuando matas a otra persona. Ahí están La vida y nada más y Capitán Conan para demostrarlo.

En Days of glory, una vez más, los franceses nos muestran las miserias de la Segunda Guerra Mundial. Aquí con los ojos de los soldados argelinos y marroquíes, pero también sudafricanos, que lucharon por "la madre patria" (¡qué ironía!) contra los alemanes. Una "madre patria" que nunca habían pisado, que no conocían, que no los quería y que los mandaba a la vanguardia de las batallas más peligrosas. En la película se reflejan muy bien los motivos de estos soldados (en la mayoría económicos, por salir de la miseria) para ir a una guerra, embarcados por la nación colonialista. La xenofobia, el racismo y la marginación se ceban con estos soldados que tratan de sobrevivir con amistad y dignidad.

El estreno de esta película entronca con la ley que acaba de aprobar el gobierno francés sobre las pensiones de estos soldados que lucharon contra los nazis. En 1959, cuando la mayoría de estos países consiguieron la independencia, Francia les retiró los subsidios. Durante años las han reclamado y, casi 50 años más tarde, parece que, los que hayan sobrevivido, las cobrarán, aunque no retroactivamente.

Recuerdo otras grandes películas de guerra que nos trasladan al frente de batalla y que consiguen hacernos más antimilitaristas: Senderos de Gloria, No man's land, Enemigo a las puertas, Apocalypse Now, La delgada línea roja, Johnny cogió su fusil... ¿Ampliamos la lista?

martes, 3 de abril de 2007

Dos mitos de la danza en el Real


Si alguien ha tenido la suerte de ver a Sylvie Guillem y a Russell Maliphant en Push, espectáculo que durante cuatro días se ha podido ver en el Real, coincidirá conmigo en que hemos visto lo mejor de la danza contemporánea actual. Las figuras que componen los dos bailarines son de una fluidez y un movimiento espectaculares y una no puede dejar de mirar el musculoso cuerpo de Sylvie Guillem, las más largas piernas de la danza, con permiso de Lucía Lacarra.
Si la danza contemporánea es energía, la coreografía ideada por Maliphant es la fórmula matemática que la explica: las posturas que adaptan los bailarines -con Guillem en el aire, dejándose caer en caída libre- denotan una comunicación entre ambos como si de una conversación entre dos cuerpos se tratara. El movimiento que fluye entre ambos parece sencillo, parece hecho sin esfuerzo, como si sus cuerpos estuvieran destinados a esas formas imposibles. Torsiones de caderas, de rodillas, combinaciones mágicas que ponen en funcionamiento cada uno de los músculos de los cuerpos de los magníficos bailarines, especialmente de Sylvie Guillem, cuyo cuerpo, genialmente iluminado por Michael Hulls, es un auténtico instrumento de precisión para el ballet.

Perfectas composiciones escultóricas en un equilibrio mágico con un especial sentido del ritmo y de la forma, es lo que crea el Maliphant, al servicio siempre de Guillem. Impulso, energía y acrobacia son manejadas con una falsa sencillez por este prodigioso creador.
Cuando una ve este ballet, está claro que está viendo danza contemporánea pero, a la vez, está muy patente toda la danza clásica de la que emana, sin cuya técnica esta belleza perfecta, este fluir sin que se note, no sería posible. Pero en esta coreografía de Maliphant, movimientos procedentes de técnicas orientales (tai chi, yoga, artes marciales...) se combinan perfectamente con las formas clásicas de ballet (esto
es bien patente en la coreografía Shift que baila "aparentemente" solo, ya que es acompañado brillantemente por las sombras). La experiencia gimnástica de Sylvie Guillem se aprecia en su físico que le permite hacer lo que quiere con su cuerpo, al servicio de esta hermosa coreografía (sus 42 años en esta forma ya los querrían algunos bailarines de 20).

Ambos destacaron, en la rueda de prensa, la importancia de la danza clásica como base para su trabajo personal. En el caso de la bailarina francesa es especialmente importante, ya que fue bailarina "étoile" (estrella) del Ballet de la Ópera de París a las órdenes de Rudolf Nureyev. Ha bailado, además, obras de Bejart, Balanchine, Forsythe, aparte de todo el repertorio clásico, habiendo sido estrella invitada del Royal Ballet. "Contar con una formación clásica te permite salir y volver a ella cuando lo necesitas", considera la artista, reconociendo que éste ha sido un "bagaje esencial" en su carrera y no lo ha dejado del todo. Para Maliphant, la formación clásica "es un entrenamiento fantástico que permite tener una articulación importante".
Las obras de este canadiense de 46 años fueron durante un tiempo para pocos espectadores. Sólo algunos afortunados habían visto sus coreografías realizadas por grupos eventuales de bailarines en teatros alternativos, que convirtieron sus piezas en uno de los secretos mejor guardados del mundo de la danza, como dice el dossier del Teatro Real.
Ahora, ese secreto está al alcance de muchos más. Esperemos que pronto vuelvan para que sigan compartiendo con nosotros todo su talento.