lunes, 23 de abril de 2007

Harold Pinter nos propone hablar de Traición


¿Qué queda de una relación adúltera de siete años dos años después de terminar? Eso lo sabemos en la primera escena de Traición, la obra que el Nobel Harold Pinter dedicó a hablar de un amor adúltero del que nadie sale indemne.

Con una original estructura que hace que vayamos asistiendo al desarrollo de la historia hacia atrás, es decir, empezando por el final y pasando por nueve escenas que nos conducen al principio de la relación, recorremos casi una década de amor y traición (desde 1977 a 1968) entre Emma y Jerry, una pareja de amantes en medio de los que se encuentra Robert, marido de Emma y amigo íntimo de Jerry, y también Judith, la esposa de Jerry (un personaje que nunca vemos en escena).


Hace dos años que Emma y Jerry rompieron su romance. Su pasión ha muerto y los silencios recorren la primera escena. Los silencios de las obras de Pinter son legendarios y el montaje de Guindalera Escena Abierta, en Madrid, los utiliza eficazmente para mostrarnos la degradación de las relaciones. A medida que avanzamos atrás en el tiempo, los silencios son menores, los personajes tenían más que decirse y más que compartir. Poco a poco y hacia atrás, vamos descubriendo cómo se llega a esa situación, qué traiciones ha generado y puesto al descubierto esa relación: la traición al amigo y marido, la traición a la verdad, a los ideales de juventud, a las promesas de amor, a la honestidad…

Basándose en parte en sus propias experiencias (Pinter vivió un romance de siete años con la periodista Joan Bakewell mientras ambos estaban casados), el escritor construye un magnífico texto, en apariencia sencillo pero que esconde una gran complejidad. Desgraciadamente, queda la sensación de que el texto de Pinter no está explotado en sus máximas posibilidades en esta ocasión. La traición de los personajes no es sólo entre ellos sino también a sí mismos, lo que se echa de menos en el montaje dirigido por Juan Pastor.

Las sutilezas son básicas en esta obra y se agradece que la química entre María Pastor (Emma) y Raúl Fernández (Jerry) permita observarlas. El papel de Alex Tormo (Robert) cae en una cierta exageración, aunque tiene momentos muy intensos mejor resueltos en las escenas con su mujer que con el amigo.

El tono frívolo e irónico de estos intelectuales (Emma dirige una galería de arte, Jerry es agente literario y Robert editor de libros) provoca situaciones de humor traspasadas por una honda tristeza. Pero esa amargura sólo podemos intuirla ya que la distancia irónica adoptada por los personajes pesa sobre los matices de dolor o pesar. En cambio, se quedan en la memoria los momentos que transmiten el amor profundo que se profesan estos seres abocados a traicionar y traicionarse llevados por el deseo y el cariño.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Completamente de acuerdo con tu opinión, aunque a mí los actores no me convencieron ninguno de ellos... pelín amateurs... Cierto, la traición a nivel personal se intuye muy levemente. En cuanto al montaje, escenografía, decorado... bueno, se veía que contaban con pocos recursos, problemilla que podían haber resuelto mejor

APUNTES DE CINE Y TEATRO (Daniel Galindo) dijo...

Torcello, Torcello... Un trocito de tierra perdido en la laguna de Venecia. Como este blog, perdido en la inmensidad del océano digital.