miércoles, 11 de abril de 2007

Al fin, Bieito (I)


Fatal.Hace más de una semana que quiero escribir este post y sé que algunos lo están esperando. Por fin, ahí va, en varias entregas. Y es que no todos los días se tiene la suerte de escuchar a uno de los grandes directores de teatro y ópera del momento dar una charla sobre su trabajo.


Calixto Bieito es uno de los grandes directores actuales. Es reclamado tanto que afirma que pasa 10 meses al año trabajando fuera de Barcelona, donde vive. Tan conocido es, que un colega, hablando de la ópera El holandés errante dirigida por Alex Rigola y estrenada en el Liceu de Barcelona en estos días, comentaba sobre una escena que está hecha “a lo Bieito” y ha dejado escrito que es una escena “bieitiana”. El próximo proyecto suyo que veremos será en el Festival de Teatro de Mérida donde montará la obra de teatro más antigua que se conserva: Los persas, de Esquilo.

Pese a que se le considera un provocador (son legendarias las divisiones que despierta en el público, con pitidos, abucheos, salidas del teatro por un lado y bravos, entusiasmo, gente en pie, por otro), él lo niega y afirma que “irritar o estimular a alguien para que se enoje, no es mi intención. Para mí "provocar" es generar una emoción, una sensación, como lo que me pasa a mí cuando veo un cuadro de Munch u oigo a un pianista y me hace llorar. Quiero provocar una emoción y una reflexión”. Como ejemplo, su obra de teatro, Plataforma, en la que durante toda la obra se ve porno pero, como señala el director, “a los tres minutos el público se ha olvidado del porno” porque te has metido en la obra, en lo que dicen y sienten los personajes.

“Tengo la furia más contenida. Me hago otras preguntas”, señaló Bieito, en una sala abarrotada, con la primera fila reservada para el consejero de cultura de la Comunidad de Madrid y sus acólitos, mientras “la plebe”, o sea, el pueblo, nos sentábamos en el suelo –vi como una de prensa de la Consejería hacía levantarse a un chico de un asiento reservado para que se sentara un encorbatado vete-a-saber-qué-cargo-a-dedo-o-familiar-de se sentara-. Juan Mayorga presentó al personaje: “Bieito bien podría ser ese chico malo de la clase que esconde una revista porno en el pupitre, pero que, dentro de la revista, esconde un libro”. A lo que Bieito matiza que “hay que procurar que ese libro, además, sea bueno”.

Para Mayorga, Bieito es un “conservador” porque conserva en las obras lo que del pasado merece conservarse, penetrándolo de actualidad y ganando autores para nuestro tiempo. Así pues, cree que Bieito es un “conservador enmascarado” o un “conservador heterodoxo”.

Bieito comenzó contando un poco de su trayectoria, empezando por el principio, su nacimiento en Miranda de Ebro (Burgos) y su educación con los jesuitas en Barcelona, donde, aseguró, empezó su vocación artística, concretamente en el coro y haciendo funciones en un teatro “más grande que el que yo dirijo ahora (el Teatre Romea de Barcelona”.

Afirmando que “uno tiene que ir muy lejos para volver”, recordó su trayectoria en Milán, Estocolmo y París. En Estocolmo, asistió a clases con Ingmarg Bergman, ya “muy viejito, que hablaba muy bajito, no se le oía nada, pero veías que le hacía mucha ilusión. Aprendí ilusión, que te tiene que hacer mucha ilusión este trabajo.”


En París, coincidió con Sam Mendes estudiando con Peter Brook y Grotowsky, “que tenían la idea de que el teatro es un templo", idea que no comparte ya que cree "que no hay que ir al teatro con fé, sino que hay que ir al teatro a ver qué recibes.”

Aunque durante diez años dirigió obras sin parar y aprendió el mecanismo de una obra clásica, confiesa que no se sintió directora hasta que montó La casa de Bernarda Alba en Milán.

Añadió que no se siente “para nada un creador. Me siento director de ópera y de teatro. No soy un crítico. Tengo una idea y la quiero compartir. Me pone de los nervios la palabra creado”, me recuerda a los jesuitas.”

Sobre su proceso de creación, señaló que establece un diálogo muy general pero al tiempo muy personal con las obras: “pienso primero qué les puede decir esta obra a las personas que quiero y luego al espectador”, aunque observó que sólo piensa en el público “10 minutos antes del estreno” y que “quiero convencer a los espectadores para que les guste lo que me gusta a mí, para que quieran lo que quiero yo”.

Explicó que comparte libertad con su equipo, especialmente con los actores y cantantes, que intenta “compartir mi libertad con la libertad de los otros”, y considera que “como en las buenas relaciones de amor, nunca digo que no, siempre digo que sí. Si sabes lo que quieres, no hace falta decir que no, basta con que digas lo que quieres. Si no lo sabes, es mejor callarse, pero nunca decir que no.” Destacó que el trabajo de un director se basa en el ritmo y en generar un clima de trabajo en el que primen la libertad y la ilusión, pero también la disciplina. En teatro, indicó, “el ensayo es sagrado”.

Para Bieito, “el director tiene la obligación de saber qué mundo está explicando: si es gris, si es rojo, si es rosa...” y advirtió que el mayor peligro es el miedo, “miedo a hacer el ridículo”. Es el no tener miedo lo que da “mucha fuerza”.

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