Carmela y Paulino: Variedades a lo fino. Han vuelto. Han regresado y en un momento en que hacen mucha falta. Esta pequeña (grandísima) historia sobre la memoria, sobre la dignidad, sobre los muertos que lucharon por los que se quedan atrás, sigue vigente hoy día.
“Creía, sinceramente, haber escrito un texto humilde y “barato” para que mi modesta compañía de aquellos años, el Teatro Fronterizo, recorriera las tierras de España recordando a mis olvidadizos compatriotas que, cincuenta años atrás, en 1936 las fuerzas más oscuras y retrógradas de nuestra sociedad –tan vocingleras hoy- habían desencadenado una feroz guerra fratricida, cuyas heridas no habían sido todavía restañadas”. Está claro que la obra de José Sanchos Sinisterra ha superado los objetivos de su autor. Se ha separado de él para convertirse en una obra nuestra, de todos. Las grandes obras maestras de todos los tiempos tienen algo especial: nos llegan a todos, todos comprendemos a estos personajes, los sentimos cerca. Carmela y Paulino son dos seres que tratan de sobrevivir en un mundo en guerra, cada uno a su manera: Paulino, obedeciendo, de una forma servil, tratando de no meterse en política (como dice él, en plena guerra). Carmela con ingenio y con amor y, cuando la solidaridad humana le sale por los poros, dando la vida por lo que cree digno y justo, adquiriendo conciencia social.
¡Qué bonita esta historia que no se parece en nada a la película! La película está muy bien, pero es otra cosa. En la obra, los muertos están presentes, están incluso más vivos que los que se quedan. Y es importante para que, en el epílogo, nos hablen del olvido y el recuerdo. Esta obra de teatro va más allá del momento histórico (que reflejaba muy bien la película). Traspasa el momento de lucha para llegar hasta nosotros pidiéndonos que no olvidemos, para recordarnos que muchos se fueron luchando y que debemos tenerlos presentes, hacerles justicia no olvidando aquello por lo que ellos lucharon. ¡Qué bien ver Ay Carmela en teatro! Para los que no pudimos verlo hace años, es una auténtica maravilla poder apreciar esta historia de gente que gana cuando pierde (gana dignidad) y de esos muertos que siguen al lado, para que no los olvidemos.
Verónica Forqué se reencuentra con su personaje, el que hizo hace 20 años. Hay que reconocerle que su Carmela es tierna, es divertida, es impulsiva, natural y espontánea. Al principio se hace un poco extraña con ese acento granaíno exagerado, pero es un personaje tan bonito y Verónica Forqué lo quiere tanto (se le nota) que una se acostumbra a ese acento y lo llega a apreciar. Alguna de sus escenas ponen los pelos de punta realmente. Santiago Ramos es un Paulino un poco exagerado e histriónico. Parece más estresado que acobardado y, en ocasiones, yo eché de menos ese toque de humildad y de perdido que tiene el personaje cuando Carmela se va… Miguel Narros compone una puesta en escena sencilla y práctica, con un juego de luces que permite los flashbacks inmediatos y rápidos, con una neblina especial cuando Paulino habla con Carmela muerta, y una luz de vodevil de cómicos del camino muy bien conseguida en el momento del espectáculo de Varietés. Narros consigue que toda la ternura, toda la lucha solidaria que tiene ¡Ay Carmela! te lleguen sin sensiblerías, sin emociones facilonas, con respeto y dignidad. Logra una ¡Ay Carmela! que nos transmite que no sólo somos lo que vivimos, sino que también somos aquello por lo que luchamos.
“Creía, sinceramente, haber escrito un texto humilde y “barato” para que mi modesta compañía de aquellos años, el Teatro Fronterizo, recorriera las tierras de España recordando a mis olvidadizos compatriotas que, cincuenta años atrás, en 1936 las fuerzas más oscuras y retrógradas de nuestra sociedad –tan vocingleras hoy- habían desencadenado una feroz guerra fratricida, cuyas heridas no habían sido todavía restañadas”. Está claro que la obra de José Sanchos Sinisterra ha superado los objetivos de su autor. Se ha separado de él para convertirse en una obra nuestra, de todos. Las grandes obras maestras de todos los tiempos tienen algo especial: nos llegan a todos, todos comprendemos a estos personajes, los sentimos cerca. Carmela y Paulino son dos seres que tratan de sobrevivir en un mundo en guerra, cada uno a su manera: Paulino, obedeciendo, de una forma servil, tratando de no meterse en política (como dice él, en plena guerra). Carmela con ingenio y con amor y, cuando la solidaridad humana le sale por los poros, dando la vida por lo que cree digno y justo, adquiriendo conciencia social.
¡Qué bonita esta historia que no se parece en nada a la película! La película está muy bien, pero es otra cosa. En la obra, los muertos están presentes, están incluso más vivos que los que se quedan. Y es importante para que, en el epílogo, nos hablen del olvido y el recuerdo. Esta obra de teatro va más allá del momento histórico (que reflejaba muy bien la película). Traspasa el momento de lucha para llegar hasta nosotros pidiéndonos que no olvidemos, para recordarnos que muchos se fueron luchando y que debemos tenerlos presentes, hacerles justicia no olvidando aquello por lo que ellos lucharon. ¡Qué bien ver Ay Carmela en teatro! Para los que no pudimos verlo hace años, es una auténtica maravilla poder apreciar esta historia de gente que gana cuando pierde (gana dignidad) y de esos muertos que siguen al lado, para que no los olvidemos.
Verónica Forqué se reencuentra con su personaje, el que hizo hace 20 años. Hay que reconocerle que su Carmela es tierna, es divertida, es impulsiva, natural y espontánea. Al principio se hace un poco extraña con ese acento granaíno exagerado, pero es un personaje tan bonito y Verónica Forqué lo quiere tanto (se le nota) que una se acostumbra a ese acento y lo llega a apreciar. Alguna de sus escenas ponen los pelos de punta realmente. Santiago Ramos es un Paulino un poco exagerado e histriónico. Parece más estresado que acobardado y, en ocasiones, yo eché de menos ese toque de humildad y de perdido que tiene el personaje cuando Carmela se va… Miguel Narros compone una puesta en escena sencilla y práctica, con un juego de luces que permite los flashbacks inmediatos y rápidos, con una neblina especial cuando Paulino habla con Carmela muerta, y una luz de vodevil de cómicos del camino muy bien conseguida en el momento del espectáculo de Varietés. Narros consigue que toda la ternura, toda la lucha solidaria que tiene ¡Ay Carmela! te lleguen sin sensiblerías, sin emociones facilonas, con respeto y dignidad. Logra una ¡Ay Carmela! que nos transmite que no sólo somos lo que vivimos, sino que también somos aquello por lo que luchamos.
Y, como me apetece, aquí va la letra de la canción que da título a la obra:
El Ejército del Ebro,
rumba la rumba la rumba la.
El Ejército del Ebro,
rumba la rumba la rumba la
una noche el río pasó,
¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!
una noche el río pasó,
¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!
Y a las tropas invasoras,
rumba la rumba la rumba la.
Y a las tropas invasoras,
rumba la rumba la rumba la
¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!
buena paliza les dio,
¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!
El furor de los traidores,
rumba la rumba la rumba la.
El furor de los traidores,
rumba la rumba la rumba la
lo descarga su aviación,
¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!
lo descarga su aviación,
¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!
Pero nada pueden bombas,
rumba la rumba la rumba la.
Pero nada pueden bombas,
rumba la rumba la rumba la
donde sobra corazón,
¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!
donde sobra corazón,
¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!
Contraataques muy rabiosos,
rumba la rumba la rumba la.
Contraataques muy rabiosos,
rumba la rumba la rumba la
deberemos resistir,
¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!
deberemos resistir,
¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!
Pero igual que combatimos,
rumba la rumba la rumba la.
Pero igual que combatimos,
rumba la rumba la rumba la
prometemos resistir,
¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!
prometemos resistir,
¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!
Fecha: 29/01/2007
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