martes, 20 de marzo de 2007

Me enamoré de una cabra


Josep María Pou se enamora de Sylvia, una cabra. Bueno, Pou no, su personaje, Martin, en la obra "La cabra o ¿quién es Sylvia?" que se representa hasta junio en el Teatro Fernando de Rojas de Madrid después de recorrer medio país con un éxito asombroso. No es para menos. Esta, en apariencia, comedia esconde una honda tragedia porque gira en torno a la autodestrucción.
Martin es un reputado arquitecto, el más joven en recibir uno de los mayores premios de su profesión y con el proyecto arquitectónico más grande del momento en sus manos; en casa, lleva más de 20 años casado y enamorado de su mujer, Stevie, y tienen un hijo de 17 al que han dado una educación "progre". Pero Martin guarda un secreto: se ha vuelto a enamorar.
Si Martin se hubiera liado con otra mujer o con un hombre, la obra de Edward Albee no sería lo que es: un duro y certero análisis de la autodestrucción. ¿Por qué un hombre como Martin se enamora de una cabra? No es sólo que se tire a la cabra, que sí, si no que, además la ama, está enamorado de ella, no puede vivir sin verla.
¿Por qué? Y aquí llega la genialidad de Albee. ¿Qué es el amor? ¿Por qué nos enamoramos sin remisión? ¿Podemos controlar los sentimientos? ¿Nos enamoramos como forma de agarrarnos a algo que nos permita salir a flote de nosotros mismos? ¿Algo que nos deje un espacio para ser mejores, para ser otros? ¿No es el amor una locura y la locura, destrucción? ¿Nos autodestruimos por amor o amamos como forma de autodestrucción?

Albee introduce lo absurdo con ese amor fou a una cabra. Es un amor irracional, incomprensible para todos, incluído Martin (con un espléndido Pou interpretando a este hombre perplejo de sí mismo, resignado e incapaz de saber qué le está pasando) y, especialmente, para su mujer Stevie (con una gran Mercè Arànega) que como mujer liberal y comprensiva hubiera entendido una infidelidad, pero es, como el mismo público, incapaz de entender esa relación con una cabra. Imposible comprensión ya que su marido quiera una cabra deja su amor por su mujer sin valor, sin sentido. Martin prefiere a una cabra a la mujer con la que ha compartido su vida durante años, con la que tiene una complicidad y una relación perfecta.

¿Es esa perfección lo que Martin necesita destruir? ¿Por qué en ocasiones destruimos lo que más queremos, lo que es cómodo, con lo que estamos a gusto? ¿Quizá porque esconde una resignación que subconscientemente no aceptamos? El amor por Sylvia es también la forma simbólica del riesgo, la aventura, lo distinto dentro de la rutina, la experimentación, el cambio. Romper con todo para que todo cambie. Quizá la autodestrucción llega porque hay que destruir para construir, hay que acabar con el presente para empezar un futuro. Es la forma de decir “este presente no me gusta”, aunque ese presente sea lo más adecuado para uno. Porque lo adecuado no siempre nos da la felicidad. Quizá el amor de Martin por una cabra es su búsqueda por ser feliz, es un símbolo de la búsqueda irracional, y egoísta, de la felicidad, que arrasa con todo, incluso lo más querido.

La obra de Albee, un autor de 79 años recién cumpliditos (el 12 de marzo) autor de "¿Quién teme a Virginia Wolf?", te persigue después de salir del teatro. Con una forma teatral perfecta, con un hilo que te va llevando poco a poco al fondo de la tragedia y con un sorprendente final, Albee nos muestra qué poco hace falta para que los supuestos cimientos en los que se basa nuestra vida se caigan de un golpe. Todos podemos toparnos con nuestra particular Sylvia en algún momento de nuestra vida. Cualquier día, podemos enamorarnos de una cabra.

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