jueves, 8 de marzo de 2007

Trío de ases: Play Strindberg


He tenido la ocasión de asistir a una función de Play Strindberg que se representa en el Teatro La Abadía de Madrid. Si no habéis ido a esta iglesia readaptada a teatro, id pequeños, no os defraudará. Es maravilloso ver estos espacios tan cuidados (el día que fui llovía y nos dieron a todos bolsitas de plástico para los paraguas para que no gotearan ni mojar a nadie) y que acercan tanto el teatro al público. Esto sí es asistir a una obra. Realmente estás al lado de los actores, igual que ocurre en la Sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán, sito en la plaza de Lavapiés y donde se ha representado hasta hace poquito la obra Barcelona, mapa de sombras, de Lluísa Cunillé. Una de las mejores obras que yo he visto. Realmente magistral.
Volvamos a Play Strindberg. Tres grandísimos actores: José Luis Gómez, Nuria Espert y Lluís Homar. Un gran director: Georges Lavaudant (director del Théâtre de l’Odéon de París). Un texto de Friedrich Dürrenmatt que, a su vez, adapta otro de August Strindberg, Danza macabra. Una escenografía basada en un ring de boxeo con sus 12 asaltos.
Todos estos elementos se combinan para pasar una de las mejores hora y media que se pueden pasar últimamente en un teatro. José Luis Gómez y Lluís Homar están fantásticos. Lo de José Luis Gómez es impresionante y lo de Homar también, pero su papel es más cortito (aún así lo borda). Para Nuria Espert tengo algunos peros (sus muecas y gestos de la cara para mí eran muy exagerados), pero a medida que avanza la obra su papel va adquiriendo matices y ganando en empatía con el público. A ver. Ninguno de los personajes permite la identificación, pero sí podemos comprender cómo un matrimonio de 25 años se ha ido destruyendo y cómo la única diversión de marido y mujer es hacerse daño con crueldad.No me resisto a copiar aquí una cita que hay en el programa de mano: "Es difícil amar a la persona que conocemos. Amar significa sentir curiosidad. Sólo es atractivo aquello que aún no nos hemos hartado de ver. Quizá solamente sea atractivo lo que es nuevo. En todo caso, sólo podemos amar lo nuevo porque para poder amar a alguien que conocemos, es necesario que previamente lo olvidemos.
(...) Para poder amar a alguien durante mucho tiempo, tenemos que mentir, a nosotros mismos y aún más a la persona amada. Una forma de mentir es el ingenio. Así que pronto se vuelven ingeniosos. Se otorgan nuevos nombres, encuentran nuevos lugares donde besarse, nuevas posturas para dormirse. Durante un tiempo esto funciona, mas no se puede ocultar la realidad. Entonces, buscan otras formas de disimularla. Una de las maneras de prolongar el amor es mezclándolo con odio. Es la mejor manera, pero también la más peligrosa. El amor y el odio son el ratón y el gato. A veces el gato persigue al ratón, pero otras el ratón al gato. Cuando ambos se cansan de perseguirse, no queda mucho que hacer. Ya sólo se puede reconocer la más amarga de las verdades, la más amarga que es al mismo tiempo la mejor: dos personas que se aman no pueden estar en una isla sin dejar de amarse; no pueden ser una isla. Necesitan lazos con la tierra firme, necesitan a otras personas. Es un desconsuelo para los que creen que el amor es una isla en medio del mar, pero cuando nos cansamos de las islas es precisamente un consuelo. Cuando nos cansamos del amor, nos alegramos de saber que hay muchas personas más que sólo aquélla que amábamos." Pasaje del capítulo "Un tigre y una gacela" de El niño abrasado, Stig Dagerman (Suecia 1923-1954).
Fecha: 07/12/2006

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