jueves, 8 de marzo de 2007

Sólo ante el pueblo











Lo primero, señalar que es una maravilla ver el cartel de “no hay entradas” al acercarse a la taquilla de un teatro. Y con este montaje por lo visto está pasando desde el primer día. No ha hecho falta ni siquiera que se corriera la voz. La gente está llenando el teatro Valle Inclán de Madrid para ver una obra política y, por la expectación que está despertando “Marat-Sade”, de Animalario para el CDN, que se estrena esta misma semana en el María Guerrero, los espectadores estamos ávidos de “revolución” o al menos de que nos agiten un poco aunque sea desde un escenario.
Volvamos a "Un enemigo del pueblo". Un texto político. Un texto audaz de Ibsen. Un buen comienzo. Qué pena que el montaje de Gerardo Vera me supiera a poco. Con un texto tan rico, tan intenso, tan demoledor es una lástima que todo un Centro Dramático Nacional no le saque más partido. Y eso que la puesta en escena me gustó y también la aparición del cine para agilizar ciertos momentos. Pero, ¿dónde esta el riesgo, la frescura de la innovación?Entendámonos. Es un montaje correcto, bueno, pero con todos los medios de que dispone el CDN hay que exigir más. Ambientado en un pueblecito escandinavo made in Ikea, todo es igual que el clima nórdico: un poco frío, sobre todo, los actores. A ver. No es que no sean buenos. Creo que todo lo contrario porque, salvo en alguna excepción, todos bordan sus escenas principales. Pero la obra en conjunto se queda distante. Salvo en la escena de la asamblea. Mi medidor personal de intensidad fueron unos jovenzuelos recién salidos de las aulas de la ESO y transportados al teatro por algún profesor/a con muy buenas intenciones. Estábamos justo detrás de ellos. El murmullo y la postura corporal fueron un buen indicador del aburrimiento que les corroía durante la primera parte de la obra. Y dado que yo estaba atenta a ellos, pues comprenderéis que mi cabeza también se encontraba también un poco en Marte (y no puede ser achacado del todo a lso virus que me poseen desde hace unos días y que han tomado a mi voz como rehén). Sin embargo, como periodista y dado que tengo una edad, me dije que debía centrar mi atención al escenario. No me arrepentí. Cuando me dediqué definitivamente a lo que sucedía en el escenario, me quedé enganchada a esas conversaciones, esas discusiones. Es, repito, un gran texto. Tan bueno que, con un poco de pasión y humor, los chavales de la ESO se lanzaron hacia delante en sus asientos en cuanto empezó la asamblea.
Si habéis visto alguna asamblea con partidos políticos de por medio alguna vez, os hará bastante gracia la asamblea. Es muy realista. Y muy apasionada. De hecho, esto es lo que más me gustó de la obra, unido a Walter Vidarte (entrañable protagonista de la nunca suficientemente loada “Barcelona, mapa de sombras”). También me pareció genial la forma en la que los lobbies ciudadanos y los medios de comunicación van destapando su verdadera cara y verdaderos intereses, como me comentó una amiga, la maestría en la que Ibsen demuestra en dos pinceladas como montar una campaña política con estos dos elementos. Algún "pero" al texto (y al montaje) en el que coincido con la amiga de la que os hablaba antes. El montaje parece apostar implícitamente por las élites vanguardistas para liderar la democracia o por las minorías. Ibsen habla de la sinrazón de la mayoría (¿lo que apoya la mayoría es lo bueno, lo que tiene la razón?) pero, en su crítica, parece dejar la razón en las minorías. A veces las minorías tampoco tienen la razón y tampoco las élites. Si la razón no la tienen ni las mayorías ni las minorías, si nadie es bueno y puro en sociedad, la democracia quizá tampoco lo sea. Echo de menos una crítica más radical a esta democracia, un pasito más en una obra perfecta en la forma en la que se desenmascaran las apariencias y los supuestos intereses, las supuestas justas razones.
Espero que las entradas sigan agotándose y la obra tenga que prorrogarse (más bien reprogramarse, que las temporadas de los Compañías Nacionales suelen ser muy apretadas), pero me queda la esperanza de que "Marat-Sade" sí tenga una parte rompedora e innovadora, que sea un montaje que realmente merezca la pena. Sabemos que el texto de Peter Weiss tiene una gran calidad. Y confío, sinceramente, más en Andrés Lima que en Gerardo Vera. A ver si hay suerte.




Fecha: 19/02/2007

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